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Cuatro militares rompieron el silencio y revelaron su rol clave en el crimen de los niños de Guayaquil

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La reconstrucción de los hechos en el caso Malvinas, realizada el 16 y 17 de marzo en Guayaquil, destapó un infierno oculto: cuatro de los 16 militares imputados rompieron el silencio y narraron, con estremecedora crudeza, el calvario que vivieron los niños antes de ser asesinados.

Durante el recorrido judicial, sus testimonios dejaron a todos los presentes en estado de conmoción. La atmósfera se cargó de dolor y tensión, mientras los relatos de violencia brutal contra los menores emergían, abriendo heridas profundas entre familiares y observadores.

Los cuatro militares detallaron las agresiones previas a la desaparición de los niños y el posterior hallazgo de sus cuerpos en la zona de Taura. Mientras tanto, los otros doce acusados permanecieron en silencio, con miradas vacías y rostros marcados por la angustia. La escena se convirtió en un retrato vivo de culpa y desesperación.

Aunque las versiones difieren en detalles, todos los uniformados enfrentan cargos por desaparición forzada. No importa su nivel de participación o su alegato de inocencia: el peso de la acusación pública los aplasta por igual. Algunos claman ser ajenos a los hechos y aseguran nunca haber tocado a los niños, pero todos arrastran consigo amenazas, rechazo social y el miedo a perderlo todo.

Hoy, los 16 militares sobreviven entre el estigma y un proceso judicial que avanza con lentitud, empujándolos hacia un futuro incierto. Mientras unos intentan abrirse paso con la verdad, otros optan por el silencio, atrapados entre el temor y la lealtad. En la calle, el veredicto ya fue dictado. Dentro de los tribunales, la justicia sigue su curso, lenta pero implacable.

Ecuador

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